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Acoso del paciente al psicólogo sanitario: más de 200 conductas que constituyen hostigamiento profesional La relación asistencial se basa en el respeto, la protección de la intimidad y la confianza

Acoso del paciente al psicólogo sanitario: más de 200 conductas que constituyen hostigamiento profesional


La relación asistencial se basa en el respeto, la protección de la intimidad, la confianza y el cumplimiento de las normas que permiten que el trabajo clínico se desarrolle con seguridad. Sin embargo, en ocasiones un paciente puede traspasar los límites éticos y legales, generando acoso hacia el profesional sanitario o hacia el propio centro. Reconocer estas conductas es imprescindible para prevenir daños, proteger la práctica clínica y garantizar un entorno seguro tanto para el profesional como para el resto de usuarios.


A continuación se describen más de doscientas conductas concretas, organizadas por áreas, que constituyen acoso, hostigamiento o comportamientos abusivos hacia un psicólogo sanitario.



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1. Conductas invasivas hacia la intimidad y la vida privada del profesional


Contactar al psicólogo por canales no autorizados (redes personales, perfiles privados, cuentas personales de correo).


Añadir al profesional en redes sociales sin permiso, insistiendo cuando se rechaza.


Enviar fotografías no solicitadas, personales, íntimas o fuera de contexto clínico.


Preguntar detalles sobre la vida afectiva, familiar o privada del profesional.


Investigar dónde vive el psicólogo y mencionarlo en consulta o mensajes.


Presentarse físicamente en el domicilio del profesional.


Vigilar o seguir al profesional fuera del centro sanitario.


Preguntar a terceros sobre la vida privada del psicólogo.


Acceder a datos del profesional mediante búsquedas insistentes.


Exigir explicaciones sobre decisiones que pertenecen a la esfera privada, como vacaciones o horarios.


Intentar establecer vínculos afectivos, románticos o sexuales con el psicólogo.


Regalar objetos inapropiados, excesivamente personales o de valor que buscan generar una deuda emocional.


Esperar al profesional a la salida del trabajo sin motivo clínico.


Interferir en la vida personal del profesional a través de comentarios intrusivos.


Recrear fantasías con el profesional e involucrarlo contra su voluntad.


Insistir en mantener contacto fuera de las sesiones para “ser amigos” o “hablar como personas normales”.




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2. Conductas de presión comunicativa y saturación deliberada


Enviar decenas de mensajes seguidos sin permitir un margen razonable de respuesta.


Contactar de madrugada, festivos o fuera del horario asistencial sin urgencia real.


Llamar repetidamente tras no obtener respuesta inmediata.


Usar distintos números de teléfono para esquivar bloqueos o límites.


Enviar audios excesivamente largos o constantes sin permiso.


Bombardear con correos insistiendo en recibir una contestación inmediata.


Exigir respuestas instantáneas como si el profesional estuviera disponible 24/7.


Utilizar múltiples canales simultáneamente para aumentar la presión.


Enviar mensajes contradictorios para desestabilizar (“no quiero molestar” seguido de 20 mensajes).


Generar crisis artificiales para obligar al profesional a responder fuera del horario.


Reprochar explícitamente el tiempo de respuesta del profesional.


Amenazar con cambiar de psicólogo si no se responde de inmediato.


Enviar mensajes manipuladores que apelan a la culpa (“si no respondes me hundes”).


Aumentar la intensidad comunicativa cuando el profesional fija límites.


Repetir la misma solicitud decenas de veces aunque ya se haya respondido.


Enviar mensajes simultáneos en WhatsApp, correo, SMS y llamadas para forzar atención.




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3. Conductas hostiles, intimidatorias o amenazantes


Elevar el tono en consulta para intimidar.


Utilizar expresiones agresivas dirigidas al profesional.


Amenazar con denunciar al centro sin motivo clínico ni legal real.


Amenazar con difamar al profesional en redes sociales.


Advertir que dejará “mal” al psicólogo si no obtiene lo que quiere.


Realizar gestos de intimidación física en consulta.


Golpear mobiliario o elevar la voz como forma de presión.


Advertir que acudirá al centro para “resolverlo a su manera”.


Lanzar insinuaciones para generar miedo (“no sabes con quién tratas”).


Exigir actuaciones ilegales bajo amenaza.


Forzar al profesional a justificar su actuación con tono acusatorio constante.


Crear un clima de tensión para que el profesional ceda.


Amenazar con autolesionarse si no se continúa la sesión en sus términos.


Incomodar deliberadamente al profesional para que sienta inseguridad.


Dejar mensajes ambiguos que puedan interpretarse como amenazas veladas.


Aumentar la agresividad cuando se explican límites clínicos o administrativos.




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4. Conductas manipuladoras y de instrumentalización emocional


Exigir un trato preferente por encima de otros pacientes.


Intentar generar culpa cuando se establecen normas (“pensé que te importaba”).


Dramatizar situaciones para obtener beneficios no clínicos.


Usar la propia vulnerabilidad como herramienta de presión.


Exigir favores personales bajo el pretexto terapéutico.


Simular emergencias para conseguir atención inmediata.


Utilizar el llanto como estrategia para evitar límites.


Apelar a la compasión del profesional para no pagar sesiones.


Presentar versiones distorsionadas para manipular decisiones clínicas.


Atribuir al profesional toda responsabilidad de su bienestar emocional.


Presionar para que el psicólogo avale decisiones precipitadas.


Intentar situar al profesional en el rol de salvador.


Culpar al profesional de sus recaídas para generar dependencia.


Utilizar el vínculo terapéutico como herramienta de chantaje emocional.


Pedir al profesional actuar contra su ética “por el bien del paciente”.




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5. Conductas económicas abusivas o fraudulentas


Exigir sesiones sin pagar.


Inventar excusas repetidas para evitar pagos comprometidos.


Pedir informes sin abonar su coste.


Solicitar informes falsos para obtener beneficios externos.


Presionar para modificar datos en certificados o documentos.


Negarse a pagar sesiones ya realizadas alegando cambios de opinión.


Pedir devoluciones indebidamente alegando supuestos errores inexistentes.


Forzar descuentos inexistentes.


Amenazar con no pagar si el profesional no cede a demandas.


Solicitar facturas inventadas o alteradas.


Pretender que el psicólogo trabaje gratuitamente “por empatía”.


Cancelar repetidamente sin pagar penalizaciones.


Reservar sesiones ficticias para bloquear la agenda.


Usar múltiples identidades para evadir pagos previos.


Pedir servicios adicionales escondidos dentro de la consulta sin permiso ni pago.




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6. Conductas que obstaculizan deliberadamente el trabajo clínico


Mentir reiteradamente para manipular el tratamiento.


Bloquear el avance terapéutico de forma intencionada.


Presentarse en consulta con actitud saboteadora.


Exigir técnicas no indicadas clínicamente.


Imponer contenidos de agenda ajenos al plan terapéutico.


Interrumpir al profesional constantemente para evitar intervenciones clínicas.


Dinamitar las tareas terapéuticas para frustrar el trabajo profesional.


Ocultar información relevante y luego culpar al psicólogo.


Exigir diagnósticos inexistentes.


Pedir que se retiren diagnósticos veraces.


Presionar para que el psicólogo contradiga evidencias clínicas.


Llamar repetidamente para “consultar pequeños detalles” que sabotean el proceso.


Rechazar sistemáticamente cada recomendación para invalidar al profesional.


Pedir cambios constantes de objetivos terapéuticos sin fundamento.


Boicotear el proceso para generar desgaste deliberado.




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7. Conductas de difamación, descrédito o ataque reputacional


Publicar comentarios falsos en redes sociales.


Enviar mensajes a otros pacientes criticando al profesional.


Inventar historias para dañar la reputación del centro.


Difundir información privada o manipulada de las sesiones.


Acusar al profesional de delitos inexistentes.


Construir narrativas falsas para perjudicar la credibilidad del psicólogo.


Buscar activamente dañar la imagen pública del profesional.


Contactar con instituciones alegando hechos inventados.


Exagerar aspectos clínicos con intención difamatoria.


Iniciar campañas anónimas de desprestigio.


Escribir reseñas calumniosas para presionar.


Compartir capturas de mensajes fuera de contexto.


Fomentar rumores entre allegados del centro sanitario.


Manipular a terceros para que ataquen al profesional.


Atribuir conductas no cometidas con fin de daño reputacional.




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8. Conductas de invasión del espacio físico y material


Entrar en zonas del centro no autorizadas.


Revisar documentos en mostradores o mesas sin permiso.


Manipular objetos del despacho del profesional.


Espiar la consulta desde fuera.


Acercarse físicamente al profesional de forma intimidante.


Permanecer en el centro después de la sesión sin motivo.


Intentar entrar en la consulta antes de tiempo para escuchar.


Revisar papeleras o espacios donde pueda haber información.


Desplazarse por el centro sin autorización.


Intentar abrir armarios o cajones.


Tomar fotografías del espacio sin permiso.


Grabar audio o vídeo sin consentimiento.


Sentarse en zonas reservadas al personal sanitario.


Invadir el despacho fuera del horario asignado.


Permanecer en el pasillo observando a otros pacientes.




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9. Conductas sexuales inapropiadas


Realizar comentarios sexuales sobre el aspecto del profesional.


Intentar insinuaciones con doble sentido.


Relatar fantasías que incluyen al psicólogo sin su consentimiento.


Enviar mensajes de contenido sexual.


Mostrar partes del cuerpo deliberadamente en consulta.


Autoestimularse o insinuarlo.


Pedir favores sexuales.


Intentar tocar al profesional.


Preguntar por la vida sexual del psicólogo.


Enviar regalos con connotación sexual.


Usar el contexto clínico para justificar comportamientos inapropiados.


Hacer preguntas sobre ropa interior o intimidad del profesional.


Utilizar lenguaje explícito con intención intimidatoria.


Mostrar contenido pornográfico.


Utilizar la vulnerabilidad emocional para intentar contacto sexual.




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10. Conductas administrativas abusivas


Exigir informes urgentes sin motivo real.


Solicitar cambios repetidos en la documentación.


Pedir al profesional que modifique datos reales.


Exigir certificaciones que no corresponden clínicamente.


Crear múltiples reclamaciones sin fundamento para presionar.


Solicitar copias innecesarias de documentación para saturar tiempo administrativo.


Pedir informes contradictorios para confundir al profesional.


Exigir redacciones personalizadas fuera del marco clínico.


Enviar documentos incompletos y responsabilizar al profesional.


Usar los procedimientos administrativos como forma de desgaste.




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11. Conductas de dependencia patológica y apropiación del profesional


Tratar al psicólogo como propiedad personal.


Esperar exclusividad total.


Reaccionar con ira cuando el profesional atiende a otros usuarios.


Interpretar límites clínicos como abandono.


Exigir contacto diario.


Pedir que el profesional reorganice su agenda para él.


Reclamar disponibilidad absoluta.


Mostrar celos cuando el profesional menciona otras obligaciones.


Exigir una atención emocional equivalente a una relación íntima.


Atribuir al psicólogo roles que no forman parte de la práctica clínica.




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12. Conductas de sabotaje, boicot o ataque a la operativa del centro


Cancelar citas repetidamente para desestabilizar la agenda.


Reservar horarios clave y no acudir.


Impedir que otros pacientes puedan acceder a sesiones.


Manipular la disponibilidad para generar problemas internos.


Advertir a otros usuarios que no acudan al centro.


Interferir en la relación del profesional con otros pacientes.


Inventar quejas organizadas para dañar la operativa.


Saturar las líneas del centro con llamadas vacías.


Acudir sin cita exigiendo ser atendido de inmediato.


Forzar al personal administrativo a saltarse normas internas.



Barbara clavo Romero

Psicóloga sanitaria general


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